20 abril, 2014

AGRIDULCE

Mucho se habla de superación y libertad, pero cómo jode la suerte. Casualidad es a veces luz verde, un valle, una alegría, pero también señal de prohibido, de giro obligatorio, ceda el paso, reduzca. Nunca tuvo color Tú mismo. El mismo rojo que viste nuestras pasiones, a veces las aúpa y otras las pone de rodillas. El mismo verde que te enseña el valle o el mar, de repente se va, y te deja contra las rocas. Vacía de causas y llena de consecuencias. Por casualidad me enamoré, por casualidad encontré trabajo, por casualidad perdí a la persona a quien más quería. El sabor más agridulce de la vida, que te venga sin pedir permiso a decir Ahora y de repente diga que ya es pasado, que no hay futuro o que fue mentira.

Color Laberinto

Cuando te veo se redefine el caos. Ese antro cada vez más oscuro y tus ojos cada vez más claros. En la barra sirven perfectos eufemismos, de esos vanales que saben bien y se pagan con dinero, pero con la luz todo es distinto. Fijo andar despistado mientras muerdo tu reflejo con los dientes de mis adentros. Cruzamos parpadeos entre tu boca y la mía, palabras al azar que decimos y reímos y otras que callo. Pero joder, lo que cuesta seguir en la superficie mientras hablamos... Con esos ojos cada vez más claros, color Laberinto.

IMPOSIBLE

No pienso pinchar ese hipervínculo
sabiendo que enlaza con un drama
y no su cama, para conexión insana
ya tengo las aristas del círculo
que busco sin querer cada mañana.

Deletréame Imposible y Absurdo,
y apréndetelo bien
porque es lo que define el mundo.

También la carne y la piel...
Me dio una neura
bebí de mi propia sangre
y vi a Calígula
humillado ante su sed.

Es tan ridículo el poder
que lo intenta pero no existe
sin esclavos para obedecer.

Es imposible que sean invencibles,
piensa, desaprende y cuestiónate
si la duda tiene el calibre
para volverte a revolver.

Quizás seremos más infelices
pero también algo más libres;
la sutil diferencia entre ganar y perder.

13 abril, 2014

EL CASINO DE LA VIDA

Entré en el Casino de la Vida por pura casualidad. Aquella noche había cambiado de ruta al volver a casa y, doblando una esquina, lo encontré de frente. Un viejo luminoso con alguna letra apagada hacía parpadear su nombre. El edificio se mantenía en pie entre escombros y ruinas de otros por toda una calle que, sin duda, corrió peor suerte. A uno y otro lado mendigos calentándose con un bidón y vino barato, gritando al gigante que custodia la puerta. “¡Solo una vez más!¡No sabía que sería la única!”. “¡Cambié de nombre! Mira mi identificación, técnicamente... ¡No soy el mismo!”. “Todos merecemos otra!”. Entre exclamaciones me acerqué al guardián. Dos metros y medio de altura avalados por otros tantos de ancho y el aparato de fonación de un barítono dramático que se fumó a su madre.

-Buenas noches ¿Desea usted una oportunidad?

CARDÍACO

Hay paz en este inagotable pasaje 
hacia lugares prohibidos 
donde en lenguaje cae rendido 
a la brevedad de su sentido 
y se despoja de las palabras
para quedarse en suspiros. 

Allí mis dedos deforman la imagen 
de un cielo nublado de miedos 
hasta que llueve, y río, y desvelo 
a preciosos caballos salvajes 
que cabalgan su tierra 
sin importarle los charcos 
ni lo que el alba hizo hielo, 
pues nacieron de sangre y fuego 
y es indomable ese latido. 

Allí me tumbo a escuchar 
cómo las raíces vencen su timidez 
y la hierba crece lentamente; 
miro hacia el cielo buscando claridad 
y, de repente, una estela fugaz 
de pájaros que juegan a ser estrella 
para reirle a la vida sus caprichos 
con una burla inocente.

Allí todo lo que puedo sentir
es todo lo que soy
y no me duda ni mi propia razón.

Despojado de maletas,
ajeno a esa añeja y mala educación
de poseerlo todo
y olvidar cuánto pesa el corazón.