09 noviembre, 2015

UNA ALEGRE NANA

Llega su nana sobre una rama
escrita en la sola hoja del viejo árbol
que tras el verano no quiso caer.

Llega latiendo vida a contratiempo
en las yemas de un bajista
que, ya caído el telón, sigue con sed.

Antes cortó las cuerdas de los rehenes
y derribó las paredes de lo que, querían, su desahucio;
irrumpió en descorazonados cuerpos acorazados
con los ojos de un color que nadie sabe,
con la vida que si no vives nunca descubres.

Y lloró de risa como si no hubiera mañana
y al saber que no lo había lloró de sorpresa otra vez;
lloró de todas las formas que merecen la pena,
la pena de la tristeza no, nunca la había podido ver.

Cabía un océano en cada una de sus lágrimas,
y en cada océano el aleteo de un ser tan hermosamente extraño
que nadie sabría si es pájaro o pez.

Salió del llanto y riendo buscó una rama
donde escribirle al otoño una alegre nana.

Precioso folio, piensa posado Ahora,
la sola hoja que sigue en él;

FORTALEZA hecha vida, naturaleza INDOMABLE,

como la nana que llora una madre
cuando su hija llora al nacer.

SINESTESIA

Oigo lobos en esas farolas
mordiéndose sus noches sin lunas,
el nihilismo inconsciente,
la desembocadura de cuatro piernas,
despecho tras el paritorio
de los amargos amores non natos.

Aquí dentro es otra cosa,
mi sombra apartada
bajo la lámpara del alma atenta,
sintestesia en la alegoría
de una tormenta de verano.

Siento que hoy palpo tus gritos
en cada uno de los versos
que describen el vuelo de la falda
de una delirante pendiente 
sin rocas ni Sísifos.

Recorro tu gusto y, por gusto, me paro.

Las sábanas desterradas,
el pulso de las lenguas dibujando
el tacto de una partitura
hasta el valle de este compás desquiciado.

Llegarán los vecinos
con la Orquesta Sinfónica de la ocre envidia
a decirnos que nos callemos.

Será cuando no queden relojes
en este Kairos sin tregua
para abrir siquiera la mirilla de la puerta.

Cuando nos falten bocas
para rendir cuentas
ante cualquier otro capricho tirano.

PERO ¿QUÉ QUERÍA?

El viento cambia y es mi alquimista;
tú muerte entre las flores,
yo vida a pesar de y contra las espinas

¿Qué vas a hacer? Seguirle la pista,
ya sé que todo oscila,
incluso la intención,
pero deja que aprenda y resista.

Entre el tumulto segregador
de animales que no se aceptan,
que no se respetan,
que tan poco se quieren 
y a tanto se obligan.

Ya fui como ellos, me puse la meta,
me obsesioné con llegar
y cuando estuve a las puertas
y vi que esa utopía no existía
reí las ganas de no ponerme a llorar.

No era lo que quería,
pero ¿que quería?

En cada pregunta una luz
plácidamente violenta,
como si se pusiesen nerviosas
las sombras de mi oscuridad.

03 noviembre, 2015

INTERLUDIOS (IV) : PRECIOSA CASUALIDAD

Cuatro de la tarde de un domingo cualquiera y, de pronto, la vida. Puedo escribir setenta poemarios o una novela de ochocientas cincuenta y siete páginas intentando acertar a describir la magia de un imposible, mi imaginación hecha letra, pero, de repente, un instante. Uno solo, inesperado como casi todo lo que merece la pena, y cuatro mirlos blancos llegarán batiendo sus alas para cogerlo todo y tirarlo a la basura. Para decirte "has fallado, no pasa nada, somos tu suerte. Siéntelo y disfruta, ya escribirás más tarde".

Imaginas sus ojos tal y como los recordabas en las pinceladas de las extrañas ausencias. La nariz, la boca. Claro que ha cambiado, como todos con el tiempo, pero yo hablo del brillo, la esencia, el recuerdo traído al ahora.

Me agarro al pálpito y soy una válvula, y en cada arteria crepita la más preciosa y repentina casualidad. Menudo desahucio el ahora ¿No? Mi corazón no admite antidisturbios, ni órdenes de jueces absurdos. Está hecho para sentir, agarrarse a esta vida que es una noria, una atracción sin trazado fijo. Para sentir y gritar.

Y mientras imagino y escribo este alegre Renacimiento que ahora vivo, cuatro mirlos blancos llegan batiendo sus alas. Me dicen "Tssss...¡Espera! Nada tan inspirador, ¡respira esta casualidad!"  

RENACIMIENTO (VIII): LAS FLORES

Soy yo el payaso que quiso ser niño sin complejos
y ahora camina con regaderas llenas en sus manos;
piso cristales de espejos rotos
por la avenida de una guerra que nunca empezamos.

Entre los escombros crecerá una flor,
y otra, y otra más,
según se tambalee el agua al urgente paso.

Serán como migas de pan o baldosas amarillas,
alegres pistas entre huellas de barro,
de cuando fuí a darnos de beber a las bocas de cada sed,
de cada día sin poder ser, de cada error y cada herida.

De ese camino que fue su guerra
haré una vía para compartir mi paz sin fin...
Será las flores que hoy nos regalo. 

01 noviembre, 2015

RENACIMIENTO (VII): POR CESÁREA


El otoño llegó a los ojos de una mujer risueña,
que solo se enfada cuando alguien miente o le llama princesa.

La conocí lejos de Disney, en el Valle de la magia,
donde la felicidad siempre se pare por cesárea
después de luchar contra una lluvia de hojas cayendo
gritando desde los adentros, de pura rabia.

A juzgar por la fortaleza de sus puños
juraría que ella veía el advenimiento de sus lágrimas.

Allí mató a su tristeza del Ambroz
y, por fin sonriendo, cambió de ojos y pasó de página,
paseando con su cesta de mimbre la escala de colores
que era el manto de aquel noviembre. 

Fue cuando me miró
y el siseo del viento trajo de un pueblo cercano
un brindis por la alegría
agarrada a las manos, las gargantas, los corazones

al pie de la nueva estación
con pinceles, guitarras, voces y la sintonía
del arte llenando las calles.

"El viento cambia y no hay quien lo señale",
nos dijo un señor experto en vivir.

"Cambia y lo mueve todo de sitio
sin arrancar la llaneza de sus verdades".

RENACIMIENTO (VI): SONRÍO A MI AMIGO

Entran los acordeones por los entresijos de un viejo calendario
y en el quicio de las ventanas susurra el otoño;
un aburrido gris desdibuja las formas de las nubes
pero anoche sudé venciendo en mil pesadillas y ahora me siento verano.

Hay huelga de maquinistas, relojes y mentiras
y en la Plaza de la Santa Protesta todos le cantan a la vida;
charlan los ojos con un brillo inusual,
como si antes de decir todo sonase ya a alegría.

Atardece y, como ajeno, el cielo amenaza azabache
pero me apetece llevar la contraria
y subo con mi bonita maldad a pintar la noche.

Hoy ella no trabaja de camarera
y cuenta desde los adentros qué quiere ser de mayor;
brindo, sin perfer el hilo,
por su belleza entre palabras prendidas
a la osadía de seguir luchando por cuanto soñó.

Cerca, mi amigo mira a una chica
con la boca abierta de un indiscreto animal cazado;
me pregunto cuántos besos de tímidos
habrá en los vasos de la barra y los cubos de basura;
adónde irán las ideas entrecortadas,
las caricias que no se dieron, las piernas descabezadas
y mentes que aun queriendo no se han follado
y se arrepienten luego, en una aurora ya sin cobertura. 

Entonces tiemblo y se me escapa el pulso
por los puntos de sutura de mis cosidos delirios,
falso techo de lo que creía ya arrancado.

¡No!No estoy vacío. 

Cambiamos de sitio y comentan que hace frío;
me bebo cuatro termómetros
a ver si me templa un poco la razón.

"¡Abrígate!", dicen, 
pero me sigue pareciendo verano
y a saber lo que he pintado,
esa luna podría ser sol.

Sonrío a mi amigo, que sigue embobado,
mientras palpo mi pecho.

No digo nada pero le comprendo:
resulta que no he perdido el corazón.